El hecho objetivo y desafortunado es que 224 personas han muerto en un avión que volaba de Egipto a Rusia. Ahora procede determinar las causas del siniestro y se complica porque los asesinos carroñeros del EI se atribuyen el derribo del avión con un misil.
Aparecen las versiones contrapuestas: los rusos no admiten problemas técnicos y prefieren la hipótesis de que hubo impacto externo a 10.000 m de altura; los egipcios no quieren reconocer la importante presencia del terrorismo yihadista en la península del Sinaí y hablan de un deficiente estado del aparato.
Y es que “todo es según el color del cristal con que se mira”. Esperemos que las reveladoras cajas negras aclaren el misterio.