VENEZUELA

 

Tenía todas las condiciones para ser un país próspero, tranquilo y sin embargo desde hace años vive un proceso creciente de decadencia socioeconómica y política. Es asombroso ver cómo la voluntad de un par de desgraciados puede arruinar una nación.

Los venezolanos resisten en la calle pagando un  duro tributo de represión, tortura, cárcel y muerte; han demostrado claramente su deseo de cambio, de recuperación de libertades pero tropiezan con un dictador notoriamente discapacitado, corrupto, sanguinario que no está dispuesto a ceder e increíblemente sigue apoyado por el ejército y su policía. Va haciendo méritos para acabar como Gadafi.

Hay que ser muy cínico o estar muy bien pagado para sostener que aquello es una democracia y los malos son los opositores.

 

 

DIMISIONES

 

Es curiosa la coincidencia que se da entre la Casa Blanca y la Generalitat: en ambas se han producido muchas dimisiones durante los últimos días.

Trump y Puigdemont ven cómo los abandonan altos cargos que fueron nombrados por ellos pero, disconformes con su modo de actuar, no quieren seguir secundando sus excentricidades.

Los presidentes se mantienen aferrados a sus cargos y prebendas, convencidos de que llevan razón. Aunque me gustaría saber lo que piensan de verdad, cuando están en la intimidad del cuarto de baño y junto a un espejo.

Recuerdan a esos individuos que primero acaban con los de su entorno y después se suicidan. Con lo fácil que sería invertir el orden; en este caso, dimitir y propiciar el conveniente cambio.