El tema catalán resulta ya estomagante. Dudo que haya un solo español que no se sienta hastiado de oír hablar del problema que han creado algunos catalanes.
En un momento dado la burguesía conservadora huyó hacia adelante para tapar su propia corrupción y al radicalizarse abrió la caja de Pandora de donde salieron activistas, mixtificadores de la historia, nostálgicos de la nada y el engendro de la CUP.
Al frente de ese batiburrillo han colocado- de rebote, porque a A. Mas hubo que echarlo- a Puigdemont que se toma en serio a sí mismo y ejerce amenazando. Su flequillo le impide airear el lóbulo frontal cerebral , sede de la inteligencia. Es algo que sabían perfectamente quienes lo eligieron para esta farsa y el papelón que en ella tiene asignado.
Cuánta razón llevaba Ortega cuando afirmaba que «el problema catalán no se puede resolver, solo se puede conllevar».
También acertaba de lleno prefiriendo la maldad a la estupidez, pues mientras la primera tiene límites, la segunda carece de ellos.
Esto último no sé a ciencia cierta si es atribuible al pensador o no, pero fuese quien fuese el autor de la frase, es una verdad como un templo. Así lo demuestran a diario Puigdemont y compañía.
El tema catalán está enquistado en nuestra Historia porque se plantea de modo que nunca tendrá una solución satisfactoria para ellos;peor aún hoy porque no llegarían a ser un Estado independiente dentro de Europa y porque más de la mitad de los catalanes no lo desean.Pero ellos siguen y siguen hasta la extenuación.
Sobre el tandem maldad-estupidez se pronunció Rousseau prefiriendo al malo porque no lo es todo el tiempo;en cambio, el tonto lo es la 24 horas del día.