La intensa y larga crisis que se inició en 2008 ha terminado por impregnar a casi todos los sectores sociales de una creciente sensación de malestar.
La brecha de la desigualdad es cada vez mayor. La clase media queda depauperada y ve con preocupación el futuro de sus hijos. Los jóvenes con un buen nivel de formación se van fuera o aceptan trabajos poco acordes con su cualificación. La clase trabajadora sufre esa presión por arriba y la de una inmigración irregular por abajo.
La queja se canaliza contra eso tan etéreo que llamamos “el Sistema”. En esas aguas revueltas le resulta fácil pescar a cualquier oportunista de verbo alegre y discurso demagógico.
Así se explica lo que pasa en España, ha pasado en EEUU y está pasando en el resto de Europa.