Siempre he dicho que cada uno debe vivir su orientación sexual libremente, sin más límites que la mayoría de edad y el acuerdo entre las partes.
Nuestra religiosa cultura machista defendía exclusivamente la heterosexualidad y condenaba todo lo demás. Ahora asistimos a una reacción pendular con la exaltación de la homosexualidad. Y vienen esos grotescos desfiles con atuendos travestidos, tangas, cuero sado-maso, poses y gestos provocadores (véase la foto de portada de La Opinión del Domingo).
Si con estas conductas pretenden mostrarnos lo mejor de sí mismos pocos amigos van a encontrar en el camino. No sé qué clase de orgullo se puede sentir por este tipo de exhibiciones, más bien creo que los homosexuales serios se sienten avergonzados y poco representados.
Más normalidad y menos circo.