Podría presumir de haber escrito hace mucho tiempo sobre el comportamiento de la jueza Ayala y haber acertado. Pero no tiene mérito. Siempre me pareció que instruía lenta e intencionadamente, con un claro sesgo político y de cara a la galería. Me producía rechazo aquella esfinge de larga melena e inseparable carrito donde guardaba su tendenciosidad, sus posados aparecían a diario en los informativos.
Con la sentencia sobre el caso Mercasevilla acaba de sufrir un varapalo descomunal y ya antes le habían corregido algunas desviaciones.
Ahora sería interesante saber si dice algo; conocer la opinión de quienes la jaleaban como heroína y, sobre todo, ver cómo se puede resarcir a los damnificados por su terquedad que fueron acusados sin ningún fundamento.