Cuando se quiere insultar a este diputado de ERC se recurre a su apellido. Yo creo que no es lo adecuado porque un rufián es solamente una persona vil y despreciable que vive del engaño. El personaje excede la definición, es más malo que “el bicho que le picó al tren” y nadie más repulsivo que él en la historia del parlamentarismo. Tardá tenía difícil superarse pero lo ha logrado con su pupilo.
Vive pensando en los numeritos que monta en el Congreso y los insultos que profiere. Hay conductas que deberían estar prohibidas en un Parlamento y decir que es libertad de expresión degrada el concepto.
El insondable enigma es cómo puede haber gente que se siente representada por este individuo y lo vota.