No se cansa de hacer el ridículo: local, nacional e internacionalmente.
Es conocido lo del tonto y la linde y, efectivamente, cuando Puigdemont coge una linde, la linde se acaba pero él sigue.
Decía el gran Aristóteles: “El ser humano sólo se sentirá realizado si desarrolla adecuadamente la función que le es propia”. Y la de este pobre diablo es perturbar y degradar todo lo que toca.
Ha terminado de hundir a su partido, ha dividido a su Comunidad, ha crispado a todo un país y ahora siembra la discordia desde el corazón de Europa. Sigue jugando, irresponsable y sin ser consciente de las consecuen cias de sus actos.
Los únicos que pueden librarnos de este majadero son los jueces.
Háganlo pronto, Señorías.