Michael Bates, lord inglés y alto cargo de la Administración, ha presentado su dimisión por llegar dos minutos tarde a una sesión parlamentaria. Encarna bien el tópico de la puntualidad británica. No se la han aceptado y la verdad es que parecía una reacción desmesurada porque si se pone ahí el listón de las causas aceptables se vacían gobiernos y parlamentos de medio mundo.
Renunciaba “absolutamente avergonzado por no alcanzar los niveles de cortesía deseables”.
Y precisamente ocurre cuando un inglés majadero y gracioso dibuja en un periódico el perfil del español típico atribuyéndole, entre otras lindezas, la impuntualidad como rasgo esencial.
A este paso vamos a tener que renunciar aquello de “unos minutos de cortesía” para justificar un retraso.