Mentiroso, mezquino, miserable. Así, con esos tres adjetivos, por orden alfabético, ha calificado la presidenta de Madrid a Francisco Granados. Podía haber añadido que es un claro ejemplo de que no hay peor enemigo que un compañero de partido.
Lo hace tras unas acusaciones de él en sede judicial especialmente rastreras porque ni siquiera ha respetado el ámbito íntimo, afectivo y sin aportar una sola prueba.
Los jueces deberían aumentar la condena a estos desgraciados que pretenden tomarles-nos el pelo usando estas tácticas defensivas.
Los demás partidos, oportunistas, acuden como hienas a la carroña, dando uno de esos espectáculos que aumentan el rechazo ciudadano.
Con todo, lo que resulta cartesianamente evidente es que el PP en Madrid era pura corrupción.