A costa de la política, del erario público. Y no me refiero a los que ejercen y ganan su sueldo (normalmente escaso) con dignidad, desde un concejal de pueblo hasta el presidente del Gobierno, sino a los que viven sin dar un palo al agua, parasitando en la Administración.
Un buen ejemplo es el nacionalismo catalán, una máquina de crear puestos inútiles y prebendas con el fin de alimentar su causa, incluyendo a diputados y consejeros, pasando por medios de comunicación, publicistas o representantes en otras instituciones. El “proces” da de comer a mucha gente y tapa mucha corrupción; hay que mantenerlo.
Los antisistema de la CUP se presentan a elecciones (los anarquistas serios no lo hacían) para obtener subvenciones y mantener sus chiringuitos desde donde amenazan y gesticulan.