Era una perra braca negra, preciosa, inteligente, leal, cariñosa, buena cazadora y buena compañera. Tenía 15 años y últimamente perdía capacidades y movilidad de un modo preocupante.
Sabía que un día no acudiría a la verja cuando aparecía mi coche, sabía que su muerte no me dejaría indiferente pero no esperaba ver su angustiosa agonía. Ha terminado en manos de un veterinario para dulcificar su final.
Nunca llevó un collar, vivía libre en 6.000 m. cuadrados y desde hace dos años tenía un compañero joven e inquieto que le busqué y al que acogió como una sabia madre adoptiva.
Ha gozado de nuestro cariño y del de mis dos hijos y mis cuatro nietos.
Ya he enterrado a otros dos perros y todos ellos han validado a Schopenhauer: “Cuanto más conozco a los hombres, más quiero a mis perros”.
Es cierta esa frase que dice que los perros te enseñan el amor incondicional. Diana era el mejor ejemplo. También son el mejor amigo del hombre y la persona favorita de los niños.
Cuando Fernandito tenía 4 años su “persona favorita” era Diana, después su padre, su amigo Víctor y ya en cuarto puesto venía yo .
Descansa en paz, querida Diana, en el cielo de los perros, que ojalá comunique con el de los humanos.
Nunca te olvidaremos.
Tu familia.
Seguro que existe ese «cielo» para los perros,como cantaba Cafrune para su caballo alazán, y por él andará Diana con la bondad,seriedad y elegancia que la caracterizaban.
Ya está enterrada en el suelo por donde caminaba;le colocaré como epitafios mi artículo y esta respuesta tuya.