Después de la traumática reconquista de Ferraz aquello se ha convertido en un erial donde son pocos los que piensan y menos los que se atreven a corregir al jefe en sus erráticas decisiones.
Acaba de meterse en un intrincado jardín con Podemos y los independentistas catalanes.
El podemita se ríe de él y lo desprecia; lo engañó hace dos años y ahora le vuelve a poner la zanahoria de la moción, lo estimula, pero afirma que su fracaso sería insufrible y que Sánchez tendría que dejar la política. Olvida que él perdió una y ahí sigue, pagando su generosa hipoteca.
Los secesionistas no le perdonan la “debilidad” de haber apoyado el 155 y le piden que lo levante y reconozca la existencia de presos políticos.
Qué verdad es aquello de que la pasión estrecha los campos perceptivos.
¿Cómo se puede ser tan torpe?