El Nacionalismo tiene sobradamente acreditada su condición de fenómeno negativo y perverso; a lo largo de la Historia sólo ha causado estragos en los países en los que surgía; siempre es supremacista, excluyente y, por supuesto, irracional.
En España asoma cuando soplan aires de libertad: II República y actualidad. Tenemos la desgracia de padecerlo por partida doble, vasco y catalán, y está resultando imprescindible para formar Gobierno.
Se enquista la estructura de bloques sin que ninguno de ellos alcance la mayoría absoluta y el fiel de la balanza pasa a estar en los partidos nacionalistas, especialmente los catalanes porque el PNV es mercenario y todo lo supedita al dinero y prebendas que pueda obtener.
Por eso es un fenómeno creciente con sus estupideces y provocaciones, siempre tensando la cuerda porque sabe que enfrente nadie tiene claro cual debe ser la respuesta adecuada.