Las pautas de comportamiento que se siguen en política nacional e internacional están un tanto desquiciadas y el transcurrir de algunos acontecimientos podía originar un curioso fenómeno histórico: que Gran Bretaña pasara a ser una colonia de EEUU, invirtiendo el sentido de la relación que tenían en el siglo XVIII.
Era difícil superar la torpeza de Cameron y la inanidad de Theresa May pero Boris Johnson supera todas marcas negativas (parece mentira que la nación inglesa engendre individuos como este).
Su Brexit debilitará las relaciones de país con la UE y en el concierto internacional; sólo su clon norteamericano, el desaprensivo Trump, le promete tratados fructíferos, garantizándole el apoyo incondicional. Y ahí permanecerán, cogidos de la mano, sembrando inquietud.
Los británicos retrógrados, nostálgicos de imperio, vuelven a aquella sociedad cerrada que se resistía a la romanización.
Por lo visto la mayoría de lo británicos no coinciden con nosotros o no les importa convertirse en un satélite de EEUU.
Hay que ver el mal que pueden causar a una nación gobernantes de esta calaña.
Siempre he pensado lo mismo. Esta desunión con Europa dejará a Reino Unido en manos de las melifluas promesas del «simio blanco» que, como todos sabemos, tirará para su Great América.