Es normal que un líder político aspire a gobernar su país. Pero en Pedro Sánchez ese deseo se desborda hasta convertirse en algo patológico. Todo su comportamiento se explica desde su interés por seguir en la Moncloa.
Como la pasión estrecha los campos perceptivos, incurre en contradicciones flagrantes. Un día proclama la independencia de la Fiscalía y al siguiente dice que está bajo sus órdenes. Su eslogan de campaña, ”Ahora sí”, tiene una clara referencia temporal: “No se me puede escapar la oportunidad, es el momento”. Con los separatistas, de los que dependerá su gobierno, exhibe a la vez palo y zanahoria. Alardea de una España unida o proclama la nación de naciones.
Por suerte o por desgracia el día 10 verá confirmada su obsesión; siendo el partido más votado nada lo frenará para formar cualquier gobierno.