El jefe de Podemos no deja de sorprender con sus decisiones estratégicas, aunque en realidad era todo muy previsible.
Presume de ser revolucionario y actuar movido por un espíritu de cambio y en verdad parece poseído por Heráclito, el filósofo que proclamaba: “Todo cambia, nada permanece”.
Su situación personal y económica es un modelo de transformación difícilmente superable. Ahora va a culminar el vaciamiento de un partido en el que algunos creyeron que seguirían decidiendo los “círculos” iniciales en plan asambleario.
En la tercera Asamblea va a suprimir los topes salariales para cargos públicos, permitir que se pueda tener más de un cargo y prorrogar mandatos más allá de lo doce años fijados.
Todo a su medida y su servicio, como hacen sus mentores sudamericanos cuando llegan al poder. Y es que estos revolucionarios de pacotilla tienen en común más de lo que ellos creen.