Aunque esta pandemia está lejos de ser una fábula, sería deseable que extrajéramos alguna enseñanza cuando haya acabado.
La permanencia de ese espíritu solidario que se observa, la superación del individualismo propio de la sociedad actual.
Mayor control de movimientos poblacionales, pero autoimpuesto, no obligado; especialmente ese turismo masivo de vuelos y cruceros llenos de gente que no sabe ni donde ha estado.
La erradicación de ciertos hábitos de consumo de carne en algunos países y, en general, una extrema vigilancia de la calidad alimentaria.
Cambio de costumbre en los contactos personales, sobre todo para quienes somos tan dados a apretones de manos y besuqueos.
Y lo más importante, que superemos la crisis del coronavirus saliendo de ella incluso reforzados, la llamada resiliencia.
Ojalá que la carrera por la creación de una vacuna efectiva dé pronto sus frutos.