Otro de esos profesionales con una trayectoria defendible que venden barato su alma al Mefistófeles que los tentó con un sillón en el Consejo de Ministros, una plaza en el Gobierno de España. Ya en el ámbito político pierden su solvencia y pronto dilapidan el prestigio que pudieran haber acumulado.
Por aquí tenemos una economista que suscribe políticas económicas poco ortodoxas, como las que defendía antes; un filósofo que hace dejación de la razón y la verdad. Y, lo que es más grave, un juez que pierde el sentido de la justicia y ha aprendido a mentir para hacernos comulgar con ruedas de molino.
Cuesta entender que la erótica del poder sea tan intensa que anula tu autoestima, rebaja tu dignidad y no dimites cuando quien te fichó te somete a esta humillación pública.