Ese tópico según el cual quien ocupa un cargo importante goza de un atractivo irresistible parece encarnarse en los presidentes de la República Francesa. Por aquello de mantener la “grandeur” están dispuestos a seguir la estela de los monarcas del Antiguo Régimen y vivir relaciones múltiples con las mujeres, sin diferencias políticas, ya sean de izquierdas o de derechas; y ninguno de ellos se parece mucho a Brad Pitt, que digamos.
Pero, como en casi todo, aquí también se aprecia una ligera degradación porque no veo yo a Mitterand entrando a hurtadillas con casco de motorista (como hace Hollande) en casa de su compañera, con la que tenía una hija.