Elaborados en el rinéncefalo conectan inmediatamente con recuerdos y afectos, como bien saben neurólogos y anunciantes de perfumes. Nos sitúan en un universo subjetivo y cada uno de nosotros haría su propia selección de los más significativos a lo largo de su vida.
Ahí van algunos: un bizcocho, que me puede “trasladar” desde mi hija a mi abuela pasando por mi madre y por mi mujer (Proust eligió la magdalena).
La goma de borrar con la que viajo desde el sudoku samurái hasta el pupitre del colegio. El hinojo de los caminos del campo; la hierba recién cortada, ya sea alfalfa o césped; el mar vacío de personas y recién agitado por el lebeche…