A cierta edad es lógico que hayas sido testigo de lo bueno y de lo malo, de la alegría y el dolor. A partir de ahí, la estadística, el balance indicando el predominio de un extremo u otro en esa línea continua y bipolar.
Desgraciadamente, en mi caso pesa demasiado el platillo de allegados y amigos que han tenido poca fortuna.
Hace poco he vivido algo insólito: el dantesco escenario de un tanatorio donde se velaba a una joven suicida. El llanto y los gritos de dolor de sus padres, hermanas y algún vecino componen una de esas vivencias que ya nunca te abandonan. Desolación y tragedia en estado puro. Una terrible experiencia. Descansa, Aurora.