Se han vendido en un año 31 millones de envases de esos medicamentos con los que buscamos vivir tranquilos y/o conciliar el sueño. Si le sumamos alcohol, cocaína y cannabis, el panorama no es muy halagüeño.
Nos resistimos a reflexionar sobre las causas porque encontraríamos una sociedad desquiciada (demasiadas cosas desencajadas y fuera de toda lógica), anómica (hablar de normas y valores resulta un discurso trasnochado), trivial (todo es superficial, rápido y sin asumir responsabilidades; no hay más que mirar en las redes sociales), llena de frustración ( muchos, sin conciencia de sus limitaciones, se proponen objetivos imposibles y del fracaso a la agresión sólo hay un paso).
Demasiados factores ansiógenos y el recurso más fácil ante ellos es tirar de pastillica.