Cuando acabe esta especie de cursus horriblis en el que estamos ineludiblemente matriculados llegará la hora de evaluar y poner notas. Hay muchos aprobados e incluso sobresalientes y algunos temas que merecen un rotundo suspenso.
Es el caso de las residencias de ancianos. Parece increíble el descontrol, la desidia y el oscurantismo que se da en esos centros.
No debería convertirse en una asignatura pendiente porque el número de ancianos que viven en ellas crecerá al haberse perdido la estructura de la familia extensa tradicional y aquella casi obligación de que los hijos cuidaran a sus padres.
Otro ejemplo son los transportistas, pieza clave del sistema. Viven el obligado confinamiento de la cabina del camión y no se ha creado una red con espacios en los que puedan asearse o tomar café y algo caliente.
Es bueno aprender y no repetir errores.