Está claro
que el coronavirus actúa indiscriminadamente, no tiene preferencias por
determinaos individuos, aunque también es cierto que algunos lo provocan, casi
salen en su búsqueda despreciando las medidas de seguridad que nos aconsejan.
Cuando eso
ocurre con líderes políticos y/o presidentes de un país estamos ante un
fenómeno incomprensible y preocupante. Tendrían que explicar que pretenden
negándose a usar la mascarilla, que ejemplo creen que dan ante sus ciudadanos.
Juegan a ser rebeldes, se niegan a seguir un comportamiento masivo por acentuar
su singularidad o, simplemente, estamos ante unos cretinos irresponsables.
Casualmente (o
no) tres presidentes “negacionistas” se han contagiado: Johnson, Bolsonaro y
Trump, a cual más primario y fanfarrón. Y lo más grave son los contagios
directos que han causado y los más numerosos indirectos en las personas que
siguen su funesto ejemplo.
Aunque las
competencias en educación están transferidas a las CC.AA el Ministerio sigue
siendo el que traza las líneas generales y define el modelo educativo nacional.
La actual
ministra habla poco pero cuando lo hace deja huella (ya la quitaron de en medio
como portavoz). La última ha sido afirmar que los alumnos de primaria y
secundaria pasarán del curso independientemente del número de suspensos que
tengan.
No es fácil
entender la causa de esta medida ni si se ha pensado en el alcance de estas
facilidades para igualar por abajo despreciando el esfuerzo ni en qué tipo de
sociedad futura está pensando. Ya antes defendió que los padres deben
intervenir poco en la educación de sus hijos y que se debe reducir la
concertada a su mínima expresión.
Los
socialistas vascos se quedaron descansando cuan se la endosaron a Sánchez.
Hay un dicho
precioso para referirse a quienes llegan a destiempo y además actúan mal: “Este
es como el niño Roque que a los cinco años rompió a hablar y dijo “abercoque”.
Es el caso
del ministro Castells para quien se creó el Ministerio de Universidades, casi
vacío de competencias y que no había abierto la boca desde que lo nombraron.
Ahora debuta
en una entrevista afirmando que el mundo se acaba y que el rey actúa de modo
imprudente, que los independentistas son catalanes heroicos y que la
inhabilitación de Torra es injusta, tomada por jueces poco democráticos. No hay
que olvidar que está designado por Podemos
a propuesta de Colau y debe contentar a ambos.
En vez de
vivir un retiro digno acepta perder la dignidad por un puñado de euros y por
haber sido ministro del Reino de España.
Desde el
principio ha suscitado controversia y se ha cuestionado su idoneidad. No era
noble, estaba divorciada, sus padres separados, demasiado independiente, casi
dominante, etc.
Ha tenido
que ir forjando su figura en un medio un tanto hostil. No tuvo buena relación
ni con su suegro ni con sus cuñadas; intuyó que en la Familia Real se alojaban
factores negativos para el futuro de la pareja y no le falló el olfato de
periodista y ciudadana normal.
Vive volcada
en sus hijas, su gran patrimonio, incluyendo a veces un exceso de celo y, a su
vez, tiene un apoyo inestimable en su madre, que cumple a la perfección como
tal y como abuela. Su elección no fue un error sino todo lo contrario. Hoy es
un pilar fuerte sobre el que descansa la Corona y protege al Rey en su relativa
soledad.
Entendemos
por “milagro” un fenómeno sobrenatural que no puede ser explicado desde
parámetros racionales.
En el ámbito
político se dan con cierta frecuencia porque vemos cosas inverosímiles que
nadie creería. Uno muy notorio es el de Pedro Sánchez. Consiste en lograr que
el Gobierno sólo aparezca como responsable de lo positivo y ajeno a todo lo
negativo. Entre Podemos y VOX lo convierten en centrista moderado; el rastrero
Tezanos lo masajea mensualmente con su CIS; la impresentable fiscal general lo
protege de problemas judiciales; la corrupción del PP sepulta la del PSOE y
logra burlarse de Cs con su errático rumbo. Podemos, ERC, JxCat y Bildu quedan
blanqueados como si fueran fuerzas políticas normales, homologables en
cualquier país civilizado.
Él continúa
su labor milagrera con más frialdad y cinismo que nunca. No hay nada en el
horizonte que lo pueda frenar.
Otra bondad
de esta gloriosa pandemia que nos invade y nos mata ha sido mostrar la frágil y
ambigua relación de las CCAA con el Estado Central, con el Gobierno.
Si algún día
España llegase a ser un país normal, tranquilo, donde vivan gentes serias que
antepongan la razón a la pasión; si algún día hubiese que redefinir el Estado
partiendo de cero (desde el “velo de la ignorancia” de Rawls), atendiendo sólo
a razones universales y al bien común, no al interés de algunos, seguro que no
resultaba algo parecido a este Estado Autonómico que ni es central ni federal,
es un refrito que nació prematuro y con fórceps, que quiso solucionar el
problema histórico de Cataluña y el País Vasco y ha terminado creando uno mayor tras 42 años de
existencia.
La pandemia
y la crisis económica están causando estragos y creando víctimas que
difícilmente superarán la situación.
Uno de ellos
es el inhabilitado, por fin, Torra que se queja de como lo han tratado, dice que
han dado un golpe contra él sin valorar las consecuencias. Y es que el pobre se
queda con una pensión vitalicia de 92.000 euros, coche oficial y secretaria.
Cuando lo
eligieron para ser el mascarón de proa del separatismo acertaron de pleno. Era
difícil que alguien pudiera superar a Puigdemont en caradura, necedad y
cerrazón; pues lo encontraron, a fin de cuentas se conocen bien entre ellos y
saben de lo que es capaz cada cual.
Empezó
provocando, permaneció provocando y provocando se va. Sus antecesores han sido
el gran ladrón familiar, otro inhabilitado y un prófugo cobarde.
¿No podrían
los catalanes serios empezar a trabajar en serio?
Siempre han
sido la ley más importante que se aborda en el Parlamento. Ahora lo son más aún
porque vivimos con unos prorrogados durante varios años. Se están convirtiendo
en un enigma de difícil solución, en un “oscuro objeto del deseo” para un
gobierno sin escrúpulos que realiza una danza obscena con las demás fuerzas
políticas llena de mentiras y falsas promesas; lo que llaman con ánimo
justificativo “geometría variable”. ¡Y tan variable!, va desde Cs a Bildu
pasando por el secesionismo catalán y el socio mosca-cojonera de Podemos.
Pedro
Sánchez, nacido y criado en el “no es no” se pone grandilocuente, apela a la
seguridad nacional y pide el apoyo incondicional a todos, aunque todavía no ha
dicho como piensa recaudar y redistribuir. Lo que si sabemos es el alto coste
que está teniendo en todos los sentidos, todo vale con tal de prometer
apoyarlos.
Zapatero
tuvo que desistir. Sánchez quiere ahora que recordemos aquella monstruosa
guerra civil que ensucia nuestra historia; quiere corregir y reparar todo lo
que estime conveniente.
A ver si
logra sacar los cadáveres de las cunetas. El Valle de los Caídos ha de empezar
por perder el nombre y toda connotación religiosa. La cruz se puede desmontar y
vender las piezas como material de construcción, debe ser el gran cementerio
simbólico de Cuelgamuros.
Lo que
parece absurdo es pretender que borremos aquel episodio. Se seguirá hablando de
las causas de la guerra, de su desarrollo, de los largos y tristes efectos de
la victoria. Ni elogiar el golpismo ni ocultar que hubo cobardes vengativos en
la retaguardia que asesinaron impunemente.
Es un error
festejarlo como vencedores con efectos retroactivos. Hágase todo con la
seriedad y tranquilidad que el tema requiere.
Hace tiempo
que asistimos a actuaciones que no veríamos en ningún país democrático serio
porque afectan a la estructura del Estado y envenenan la relación entre sus
tres grandes poderes.
Quienes
pensaban que la presencia de Iglesias en el Ejecutivo sería testimonial se
equivocaban. Está en toda su salsa: sin funciones concretas sigue siendo un
vago vividor, pero adquiere protagonismo, desautoriza ministros y coloca una
cohorte de parásitos con nuestros impuestos; horada el Judicial y ataca a la
Monarquía, a la Jefatura del Estado haciendo demagogia.
Todo con la
venia de quien lo hace posible, del jefe del Gobierno, quien ahora se permite
el lujo de vetar la presencia del Rey en un acto. Así, desde su fría soberbia,
humilla a FelipeVI, agrada a sus socios y muestra a los españoles quien manda
de verdad.
¿No
merecería todo esto algún tipo de respuesta?
Fernando
Martínez Serrano 23-9-20
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