Lo que leemos en La Opinión sobre nuestro delegado del Gobierno es tan increíble que hace inútil el esfuerzo por buscar adjetivos; los agotaríamos.
Estar trece años sin utilizar dinero en efectivo para sus gastos familiares, incrementar su patrimonio y generar ahorro es algo sobrenatural, milagroso, que no tiene precedentes.
Resumiendo mucho, lo veo como un caso paradigmático de aquella enajenación que nos tocó vivir durante muchos años y del aura de impunidad con que se actuaba creyendo que era normal y que, si era incorrecto, nunca sería descubierto.
Sumado a otros comportamientos suyos resulta que sentirse “gobernado” por un personaje con ese perfil curricular produce rubor y vergüenza. Alguien debería hacer algo.