Es curiosa la coincidencia que se da entre la Casa Blanca y la Generalitat: en ambas se han producido muchas dimisiones durante los últimos días.
Trump y Puigdemont ven cómo los abandonan altos cargos que fueron nombrados por ellos pero, disconformes con su modo de actuar, no quieren seguir secundando sus excentricidades.
Los presidentes se mantienen aferrados a sus cargos y prebendas, convencidos de que llevan razón. Aunque me gustaría saber lo que piensan de verdad, cuando están en la intimidad del cuarto de baño y junto a un espejo.
Recuerdan a esos individuos que primero acaban con los de su entorno y después se suicidan. Con lo fácil que sería invertir el orden; en este caso, dimitir y propiciar el conveniente cambio.