Es obvio que quedan huellas de “machismo” en nuestro idioma. Son el reflejo de una trayectoria histórica marcada por el predominio del varón sobre la hembra. Esos restos semánticos deberían ser como los arqueológicos, testimonios de un pasado que debemos superar a base de adoptar medidas que acaben con la discriminación de la mujer.
Pero han de ser políticas serias tendentes a la igualdad y no mamarrachadas como las que se marca la líder de Podemos con sus “portavozas”. Eso sí que es coger el rábano por las hojas.
Peor que ser tonto es no reconocerlo y defenderte atacando con agresividad. Así hacen ellos su revolución pendiente.
¿Qué capacidad de transformación tendrían estas gentes y hacia qué tipo de sociedad nos conducirían?