Si comparamos nuestro espacio político con el de etapas anteriores, lógicamente, se aprecian diferencias.
Las tensiones nacionalistas no son nuevas. Pero se manifiestan como nunca en Cataluña y el PNV finge radicalizarse en el País Vasco porque ETA ha tenido que dejar las pistolas y busca votos.
El gran hecho diferencial es la presencia de Podemos en un gobierno de coalición. El PCE o IU (que eran formaciones más serias) nunca accedieron al Ejecutivo. Estos comunistas de nuevo cuño, con tanto cinismo y tanta contradicción a cuestas tendrán que esforzarse por defender medidas que los diferencien del PSOE. Y ahí está el peligro. Lo mejor que cabe desearles es que acaben integrándose en la casta (apesebrados, que dirían ellos) y pagando sus caras hipotecas.
Hace más falta que nunca un presidente de gobierno capaz de arbitrar, moderar, impulsar o frenar. ¿Lo será Pedro Sánchez?