Pasa por ser el país más feliz del mundo pese a la dureza de su clima. No le faltan razones para ganar ese título.
Tienen un cuidado exquisito con el medio ambiente; su sistema educativo es envidiable, así como su interés por la cultura y el arte; desean la igualdad total y han prohibido la discriminación salarial por sexo (tranquilamente, sin alharacas ni “portavozas” histeroides); no hay vandalismo callejero y a los adolescentes se les prohíbe estar en la calle de madrugada; el pacto político es moneda corriente entre sus partidos, etc.
Es cierto que en un país pequeño, a escala reducida, todo resulta más fácil. Pero podríamos imitar el modelo y seguro que nos iría mejor.