El conflicto entre israelíes y palestinos es el “decano” de los existentes en la actualidad. Tiene raíces bíblicas y reúne dos de los motivos que más enfrentamientos han producido a lo largo de la historia: religión y territorio.
Nos tienen acostumbrados a un siniestro juego de acción-reacción que cada cual sabe cómo iniciar y cómo responder.
Lo que menos falta hace son provocaciones como la que va a perpetrar el increíble hombre amarillo trasladando la embajada USA de Tel Aviv a Jerusalén.
Mejor sería dirigir los esfuerzos a frenar a los palestinos de Hamás y a los ortodoxos judíos, buscar el reconocimiento internacional de los dos Estados y declarar Jerusalén zona franca, ciudad libre. Lograr la paz aunque sea imponiéndola por la fuerza.