Se vicepresidente no es tarea fácil. Tienes que coordinar ministerios, presidir la reunión de subsecretarios para que todo llegue “masticado” al Consejo de los Viernes y ocuparte de los temas singulares que te encargue tu presidente; en este caso, la exhumación del dictador (tan torpemente gestionada) y el laberinto catalán, en el que hay que reconocer que se pierde cualquiera. Ella tampoco es Bertrand Russell que digamos.
No la precede una gestión brillante como ministra de Cultura, su mejor aval consiste en ser ariete contra Susana Díaz, la gran enemiga, en Andalucía.
Todo le queda grande y más que solucionar problemas, los crea. No parece que esté dando lustre a este Gobierno que tanto nos encandiló. Otro ministro ha hecho un buen retrato-resumen: “O frenáis a Calvo o nos hunde”