Exceden lo que debería estar permitido en un sistema democrático, en un Estado de derecho, porque encarnan lo más abyecto de la noble actividad política.
Quienes defendían que algunos “agitaran el árbol” (ETA cometiendo asesinatos) para que ellos pudieran “recoger el fruto” se muestran ahora como mercenarios en estado puro, vendidos al mejor postor: el PP en los Presupuestos y al poco tiempo el PSOE en la moción de censura; todo les da igual con tal de lograr su botín.
Tienen el cinismo de presumir de ambigüedad calculada, de fina estrategia, cuando la causa es tan sencilla como la aritmética parlamentaria. Cuanto más fragmentado esté el Congreso, más valen sus cinco escaños.
Hay que modificar la ley electoral para que a estos nacionalistas vergonzantes les resulte difícil el acceso al Parlamento nacional; con los autonómicos tienen bastante.