Hace mucho tiempo, y desde diferentes partidos o sectores sociales, se habla de la necesidad de reformar la Constitución del 78. Hay temas importantes que requieren algunos ajustes después de 41 años y afectan a la estructura del Estado o a la igualdad entre españoles.
Pero el presidente en funciones no lleva bien esta interinidad y se decanta por una reforma del artículo 99 que permita desbloquear investiduras atrancadas. Ni siquiera habla de cambiar la ley electoral, una vez más se refiere solamente a lo que le afecta de modo personal. Defiende que gobierne el más votado, lo que tantas veces negó encarecidamente.
Quiere evitar situaciones embarazosas como las que él provocaba o la que ahora padece.
Sanchismo en estado puro: egoísmo, ambición, cortoplacismo, ausencia de visión de Estado o de atención al interés general.