Un partido elegía a su líder mediante un sistema de elección de delegados territoriales (locales, autonómicos y nacionales), que permitía seleccionar a los elegidos. Desde luego era plenamente democrático. Luego se quiso imitar otros modelos y se pasó a las llamadas primarias.
Esto de la elección directa por los militantes parece que comporta una cierta degradación del partido.
Ocurrió en el PSOE, ya que, por bien que le vaya a Sánchez, el partido se ve abocado a comportamientos inverosímiles y contra natura.
Y siguió el PP, donde se vivió un feroz enfrentamiento del que salió elegido (contra pronóstico) Casado frente a la vicepresidenta Soraya Sáenz. Inició su particular depuración que culmina con la defenestración del candidato vasco Alonso, un estorbo para sus planes de reconstrucción del centro derecha con Cs ante la incómoda presencia de VOX.
Siempre quedará la duda de si hubiese sido mejor la solución Soraya.