El expresidente italiano ha perdido su referéndum y, fiel a su promesa, ha dimitido. Se crea cierta inestabilidad, aunque en Italia eso es casi una seña de identidad.
Aún no ha desvelado sus intenciones a partir de ahora pero no parece que vaya a ser su final; yo creo que le queda mucho recorrido político teniendo en cuenta que su postura logró un 40% de los votos y con eso se pueden ganar unas elecciones generales y formar gobierno.
Es un hombre joven, habla claro, actúa con diligencia, asume las consecuencias de sus decisiones e incluso incorpora una pizca de humor (que nunca está de más).
Si, además, su Partido Democrático consigue frenar frivolidades cómicas o peligrosas tendencias neofascistas, tanto mejor.