La proliferación de terapias alternativas y el número de “pacientes” que acuden a ellas han llevado al gobierno a pronunciarse en contra, descalificándolas y anunciando una regulación seria al respecto.
Parece claro que estos procedimientos carecen de eficacia terapéutica, no van más allá del efecto placebo o la profecía autocumplida. Y no hay que olvidar que somos un compuesto psicosomático con una clara interrelación mente-cuerpo.
El hecho de que haya usuarios de estas prácticas no confirma su validez; también hay quien visita a curanderos o “ve” a la Virgen y sanan. Es un campo en el que abundan los timos aprovechándose del dolor y de la buena fe.
Siempre será preferible la medicina oficial porque, como en toda ciencia, sus principios y enunciados pueden ser demostrados, experimentados.