Es una expresión coloquial para nombrar a quien se dedica a incordiar con insistencia.
Si los resultados de unas elecciones no son buenos pronto aparecen “compañeros” de partido haciendo críticas feroces, dispuestos a saltar a la yugular del líder correspondiente y soltar lo que llevaban dentro.
Es curioso el paralelismo que se ha producido tras el 27S catalán. En el PP tenemos a Aznar, el de la bilis subida, afirmando que han sido los peores resultados posibles y se ha fortalecido a los rivales. En Podemos, Monedero, el del ceño fruncido, dice que la sopa de siglas no funciona y pierden las esencias.
Nunca hacen públicas estas críticas antes de saber los resultados. Con amigos así no hacen falta enemigos.