Se puede afirmar sin temor a equivocarse que ni el chavismo venezolano ni el integrismo iraní de los ayatolás financian a un partido político en España para luchar por un país más libre en una Europa más fuerte.
Si ese partido logra cierto respaldo ciudadano y representación institucional, su presencia pública es incuestionable.
Pero otra cosa es que el líder ambicioso de un partido que era serio los necesite para gobernar y posibilite su integración en el aparato del Estado, incluso en sus entrañas como es el Centro Nacional de Inteligencia.
Lo fácil es decir que se pone a la zorra a guardar el gallinero, pero lo cierto es que, con los antecedentes de Iglesias, no parece el perfil idóneo para conocer los secretos del Estado español. Cabe preguntarse por el uso que hará de la información obtenida y si no la pondrá al servicio de sus intereses.