La palabra no existe pero se entiende fácilmente. Nuestros líderes políticos son incapaces de establecer acuerdos de ningún tipo. Esta incapacidad se acentúa si se trata del tema del agua y un posible plan hidrológico nacional serio y concluyente; el principal escollo viene de los insolidarios nacionalismos y su inadecuada presencia en el Congreso, donde desgraciadamente juegan papeles decisivos a la hora de elaborar leyes que afecten a todo el territorio nacional.
Además de eso, es cierto que no tenemos inclinación por una cultura del pacto, de la negociación (a pesar de la modélica transición que hicimos). Aquí nadie cede porque parece que en ello le va la vida, pierde su esencia.
Y son varios los temas que requieren amplios acuerdos, al menos de los tres grandes partidos.