Siempre he creído que uno de los puntos más débiles de la comunicación en internet es la posibilidad del anonimato; opinas, viertes juicios de valor sin ver a la persona sobre la que dices algo y sin que se sepa quién eres.
Si te detienes a leer algunos comentarios sobre noticias o artículos, descubres gentes que destilan odios intensos, que si se muerden la lengua se envenenan, que insultan incluso a los que ya han muerto. Son auténticos perturbados ociosos llenos de frustración y rencor que han encontrado un hábitat perfecto.
Sólo son superados por los pervertidos pedófilos que también campan a sus anchas por este océano telemático.