Otra más de las provocaciones de Trump que afecta a uno de los puntos más calientes del mundo. Trasladar la embajada norteamericana desde Tel Aviv a Jerusalén; un insulto y una bofetada en la cara a los palestinos.
Lo razonable sería que impulsara-condicionando a Israel-la gran negociación que deberá acabar con el reconocimiento de los dos Estados
y que sería bien vista por todos los países. Ahí se definiría el encaje de la ciudad santa que más guerras religiosas ha provocado a lo largo de la Historia, las más absurdas y encarnizadas.
Pero él prefiere echar leña al fuego, que es lo suyo. Habría que hacer leyes para que la imbecilidad y la irresponsabilidad fuesen motivo suficiente para cesar a un presidente.