Unamuno y Sócrates, dos personajes singulares. 2.334 años los separan y muchas cosas los unen. Volcados en su tarea de analizar críticamente la realidad que vivieron denunciando lo que no les gustaba, entusiastas hasta la terquedad.
Unamuno contradictorio pero siempre apasionado en sus pronunciamientos, Sócrates que no se doblega ante la Asamblea ateniense y prefiriendo “padecer una injusticia antes que cometerla” toma la cicuta y muere. A ambos se les ofreció la posibilidad de haber evitado el destierro o la muerte y renunciaron por no traicionar sus convicciones.
Testimonios que hoy se nos antojan difícilmente repetibles.