El confinamiento por el estado de alarma nos lleva a estar ensimismados y eso propicia el desarrollo de la imaginación y la efusión sentimental. El espacio en el que se exhiben es el de las redes sociales. En ellas vemos, junto a las chorradas de rigor, manifestaciones destacables.
Por ejemplo, los aplausos a los sanitarios, magnífica expresión de reconocimiento y apoyo o la emisión del himno nacional y sentimientos patrióticos, que nunca sobran.
Y pronto ha surgido una nueva demanda: pedir a la gente que rece, que haga sus oraciones. Es como si considerasen que con medios convencionales o científicos no se ganará la batalla y recurren a la fe, un depósito profundo de confianza que permite sortear los límites de la razón.
Creencias o no creencias aparte, me parece conmovedor y respetable como modo de enfrentarse a la tragedia.