Desde el 23-F-81 parece que habíamos quedado vacunados contra cualquier forma de golpe de Estado. Pero todo acontecimiento histórico puede repetirse.
Los secesionistas catalanes saben que su fanática meta es a medio plazo. Todos sabemos que Pedro Sánchez va a dar un paso trascendental que los favorece y no lo hace por tendencia ideológica o convicción política sino por ambición personal. Los militares saben que la Constitución los convierte en garantes de la indisoluble unidad territorial.
Y en ese marco aparece el teniente general Fulgencio Coll, exjefe del ejército, firmando un escrito en el que pide que se considere a Sánchez un traidor y se le aparte del poder, destituido por el Congreso; sería nuestro particular “impeachment”: el Legislativo actúa sobre el Ejecutivo por abuso de poder.
Sólo faltaba que compañeros suyos compartan la idea y comiencen a agitarse las salas de banderas.