Tras el 10-N queda un Congreso más fragmentado que nunca, con diez partidos nacionalistas o regionalistas. Esa abundancia de siglas, lejos de mejorar el funcionamiento del Legislativo, sólo sirve para entorpecer y/o degradar la acción política.
Todas esas formaciones deberían tener su cauce de participación y debate en el Senado. Ya que no hay voluntad de suprimirlo podrían ponerse de acuerdo los partidos para convertirlo en una auténtica Cámara de representación territorial, tal y como afirma la Constitución en el artículo 69.
Hay que ir a una reforma de la Ley Electoral que limite la presencia de los no generalistas en el Congreso. Se puede hacer obligando a que se presenten por un mínimo de 25 provincias o fijar un porcentaje necesario de voto con respecto al censo nacional.
Pero todos parecen acomodados a la inercia existente.
Tras el 10-N queda un Congreso más fragmentado que nunca, con diez partidos nacionalistas o regionalistas. Esa abundancia de siglas, lejos de mejorar el funcionamiento del Legislativo, sólo sirve para entorpecer y/o degradar la acción política.
Todas esas formaciones deberían tener su cauce de participación y debate en el Senado. Ya que no hay voluntad de suprimirlo podrían ponerse de acuerdo los partidos para convertirlo en una auténtica Cámara de representación territorial, tal y como afirma la Constitución en el artículo 69.
Hay que ir a una reforma de la Ley Electoral que limite la presencia de los no generalistas en el Congreso. Se puede hacer obligando a que se presenten por un mínimo de 25 provincias o fijar un porcentaje necesario de voto con respecto al censo nacional.
Pero todos parecen acomodados a la inercia existente.