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No hace daño. Parece el eslogan de la campaña iniciada en Rusia para despenalizar la violencia machista y preservar la tradicional autoridad paterna. Si el padre pega a su mujer o a sus hijos no comete un delito sino una falta leve sancionable con una multa.
Contaba Castilla del Pino que en su consulta una mujer le confesó: “mi marido no me trata mal; sólo me pega un par de hostias de vez en cuando, lo normal”. Me imagino al camarada Dimitri, harto de vodka, arreándole otro par a su mujer y la pobre Irina, llorosa, sin abrir la boca.
Cuando la violencia de género esta tan asumida, admitida como rasgo cultural y casi protegida por ley, estamos ante una plaga difícil de erradicar.