Como era previsible e inevitable Esperanza Aguirre ha presentado su tercera dimisión, la definitiva.
Una carrera política extensa y variada de más de treinta años, pasando por el legislativo y el ejecutivo, por gobiernos locales, autonómicos o nacionales; encabezando listas ganadoras y siempre poniendo su toque personal.
Le encantaba inaugurar cosas y daba la cara ante los medios de comunicación sin reservas. Mientras, sus colaboradores más directos robaban a manos llenas (ella insiste en que no supo vigilarlos) y hoy duermen en la cárcel.
Su caso es parecido al de Rita Barberá: no se lucraron personalmente pero vivían en un hervidero de corrupción.
Le costará pero se adaptará a su nueva situación. Le ayudarán su marido, sus hijos y sus nietos.