Políticamente ha sido un año negativo, decepcionante- para unos más que para otros- y manifiestamente mejorable. La desaparición del bipartidismo iba a enriquecer la vida política pero ha venido a complicarla, ha creado campos de batalla entre los partidos y en su interior, ha provocado un vacío de gobierno durante un año que la sociedad ha superado de un modo admirable.
IU ha desaparecido por culpa de un ambicioso traidor.
El “Podemismo” hipercrítico vive los problemas propios de cualquier partido donde un sector quiere imponerse a otro.
El PSOE está más dividido que nunca por un arribista que no sabe medir el tiempo ni el espacio.
El PP goza de la aparente unidad que proporciona el poder, pese a la espantada del líder meñique.