Acostumbrado al formato “chispazo”, o sea, microartículo, parece que hubiera que estirar las palabras para escribir algo más extenso.
Pero si se trata de hablar del diario La Opinión y de la ciudad de Lorca lo que tendría que hacer es un esfuerzo de contención porque son temas que significan mucho para mí.
La Opinión es un modelo de periódico independiente, veraz, que en plena crisis de la prensa escrita sigue cumpliendo sus objetivos fundacionales y nos abastece diariamente de la información necesaria para entender la realidad en la que vivimos.
Cuenta con una plantilla motivada y bragada a la que suma un excelente equipo de colaboradores que se expresan con absoluta libertad en sus páginas.
Recuerdo perfectamente mi asistencia la inauguración en 1988. Si sobrevive durante 30 años y en circunstancias a veces difíciles es porque hay una base sólida y de calidad. Desde entonces lo he leído todos los días y hasta hago los pasatiempos.
Tuve buena relación con Ramón Ferrando y con Paloma Reverte, sus dos primeros directores. Por eso cuando Ángel Montiel me ofreció la posibilidad de colaborar en las páginas de opinión acepté como quien accede a un espacio familiar.
En cuanto a Lorca, mi relación con la ciudad es total; son muchas las generaciones que me precedieron y lamento que mis hijos residan en Madrid, donde los han llevado sus trayectorias profesionales, aunque vienen con frecuencia y disfrutan aquí tanto como mis nietos.
He tenido varias ocasiones para cambiar de residencia y nunca he querido hacerlo. Hasta la idea de ser candidato a algún cargo público que supusiera cierto alejamiento me ha producido rechazo.
Es una ciudad con el tamaño justo como para no echar nada en falta y sin los problemas de una gran ciudad. Estoy perfectamente asentado aquí, disfrutando también del campo y de la cercana playa.
Así que… larga vida a La Opinión y “viva Lorca que es mi pueblo”